Cada edición de Habana Clásica encierra aires de reencuentro. Cuerdas y vientos separados por mares de distancia reviven cada noviembre la maravilla de sentirse en familia. Concurren aquí hijos e hijas de la música procedentes de diversas latitudes en los que palpita la fuerza de lazos forjados a través de los años. Como en toda familia, algunos se mantienen fieles a la fecha pactada. Devotos retornan y se impregnan de la magia que atesora nuestra urbe centenaria.
Marcos Madrigal—pianista y director artístico de Habana Clásica—apela a sus cualidades de gestor para suscitar ese sentido de pertenencia tan necesario cuando se apuesta por la concreción de una obra en la que no existen intenciones lucrativas. Por ello, se afana y cautiva a los diversos actores que hacen posible la materialización de la idea, porque el fin último son las personas y los beneficios que la música trae a sus vidas. Lo acompaña en este sentir Lorenzo Suárez, Consejero Cultural de la Embajada de Suiza en Cuba, subdirector de Cosude y productor general de la V edición del festival. Juntos lograron aunar los esfuerzos necesarios para hacer de esta entrega la más grande de las celebradas hasta la fecha. En este sentido, Habana Clásica contó con el mecenazgo incondicional de la Cooperación Suiza (Cosude) y un gran equipo de trabajo liderado por el Fondo de Arte Joven (FAJ), plataforma que además de la producción técnica y operativa de las acciones desarrolladas durante el evento, se dedica a apoyar las carreras de aquellos artistas emergentes en los ámbitos de la música y las artes visuales en la Isla.
La lista de nombres que acompaña al festival desde sus inicios se amplía con cada entrega. Habana Clásica dispone de un espacio privilegiado desde el cual se generan constantemente nuevos vínculos en pos de fortalecer el quehacer artístico de los músicos que se vinculan en una red de intercambio sui géneris. Es así que el retorno no se presenta como un deseo lejano, sino como la oportunidad latente de conectar, compartir y crecer juntos.
Preso de una pasión desbordada hacia el público cubano, este año regresó el pianista italiano Alessandro Stella. Dueño de una sensibilidad exquisita, fraguada a lo largo de los años, sus presentaciones en nuestras salas de concierto parecen contener la dicha de los primeros amores o el fervor que emana cuando se descubre la vocación. Del mismo modo, el espíritu peregrino del violinista alemán Linus Roth encuentra en esta tierra el ansiado abrigo luego de incontables idas y venidas por los escenarios del mundo. Su sonido, embebido de nostalgias, evoca la Europa de antaño con sus parajes idílicos.
Retornan con el ímpetu de quien anhela desafiar los tiempos después de largas ausencias los chelistas Sonja Kraus (Alemania), quien participa en Habana Clásica desde su primera edición celebrada en 2017 y Willem Stam (Reino de los Países Bajos-Canadá); así como el flautista Jona Venturi (Suiza-Italia). Para ellos, Habana Clásica no es solo un festival, sino la gran familia que los espera y cobija cada año. Muy dentro, grabado en su memoria genética, florece en ellos también la cubanía.
A pesar de la gran distancia que las separa físicamente, la violinista Lissy Abreu —vicedirectora artística del festival— y la cantante italo-cubana Mónica Marziota, vuelven cual aves a renovar los votos con su nido tras prolongadas migraciones. En esta tierra, las artistas tienen más que el calor maternal de sus mayores o el garbo de sus orígenes; tienen aquí el imborrable sabor de sus raíces transculturadas.
De este lado del océano la flautista y habanera de cuna Niurka González alimenta la dicha de tocar nuevamente para los suyos. Estudiosa de Roberto Ondina, célebre intérprete y pedagogo de la flauta a quien este año Habana Clásica dedicó los conciertos, fue la mirada experta que apuntó la necesidad de un homenaje a sus memorias. Niurka en este siglo, como lo fue Ondina en el pasado, se reafirma en el podio artístico como una de las instrumentistas cubanas de más alto vuelo. Ella, también comprometida con la docencia, presentó una selección de sus alumnos, el Quinteto de flautas Op.5. Los jóvenes intérpretes asumieron entre otros retos, el estreno mundial de la obra Tristán II, creación de Daniel Toledo Guillén, compositor en residencia del festival.